Los riesgos del excesivo compromiso
Hace más o menos una semana leí una breve noticia que me llamó la atención. Informaba acerca del suicidio de un profesor español que trabajaba en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos. Hoy, leyendo un periódico, volví a encontrar un artículo más extenso sobre el mismo tema.
Imagino que me atrajo que el protagonista desdichado de la noticia fuera no sólo español, sino que además fuera profesor universitario. Por supuesto me atrajo que se suicidara y que no quedaran claros los motivos del suicidio. Imagino que siempre necesitamos tener una razón (una varias) para explicar cuestiones difíciles de comprender, como un suicidio. El hecho de que acabara de ser despedido cuatro días antes, estimula con facilidad la generación de hipótesis pintorescas.
No obstante, aparte de las razones mencionadas anteriormente (que fuera español además de profesor universitario en un prestigioso centro) otra característica me interesó más. El profesor, Antonio Calvo, era descrito en los artículos con un adjetivo: carismático. Imagino que el hecho de que alguien sea carismático dificulta aún más comprender las razones que lo podrían llevar al suicidio, sobre todo si entendemos esto del carisma como algo relacionado con el éxito, al menos en términos de influencia, valoración o aprecio social. Tal vez un factor desencadenante para suicidarse podría ser, justamente, la pérdida repentina de dicho carisma. Y un despido fulgurante, puede que fuera difícil de digerir para alguien que tuviera muy buen concepto de sí mismo, que por cierto, desconozco si era el caso.
El artículo publicado hoy, de manera sutil, deja caer dos posibles explicaciones: malas maneras de relacionarse y expresarse con alumnos de doctorado, imagino que de acuerdo a las normas de comportamiento defendidas por la mencionada institución (y bastante discutibles), y también una orientación sexual que posiblemente no encajara bien en dicho contexto académico. De nuevo, interpretaciones para tratar de dar sentido a algo que seguro que es más complejo.
Más allá de estas explicaciones a mí me hizo reflexionar sobre el fenómeno del síndrome de estar quemado (burnout) en el contexto universitario, entendido como una respuesta prolongada a estresores crónicos a nivel personal y relacional en el trabajo, determinado a partir delas dimensiones conocidas como agotamiento, depersonalización y cinismo e ineficacia profesional (Maslach, Schaufeli y Leiter, 2001). Una definición clásica de burnout es la que ofrece Maslach (1993, p. 20-21, citado en Salanova y Llorens, 2008, p. 59) quien lo define como “un síndrome psicológico de agotamiento emocional, despersonalización y reducida realización personal que puede ocurrir en individuos normalesque trabajan con personas de alguna manera. El agotamiento emocional se refiere a los sentimientos de no poder dar más de sí a nivel emocional y a una disminución de los propios recursos emocionales. La despersonalización se refiere a una respuesta de distancia negativa, sentimientos y conductas cínicas respecto a otras personas, que son normalmente los usuarios del servicio o del cuidado. La reducida realización personal se refiere a la disminución en los propios sentimientos de competencia y logro en el trabajo”.
En la primera asignatura que impartí, allá por el 2001, "Desarrollo Psicológico del Profesor", dedicábamos bastante tiempo a estudiar la relación entre este síndrome y la profesión docente, así como maneras de intervenir desde la Psicología Evolutiva.
En el caso del profesor Calvo identifico uno de los rasgos que generalmente suelen estar vinculados a esto de "quemarse": el carisma. Uno de los aspectos que siempre me ha llamado la atención de esto de quemarse, es el hecho de que son justamente los profesionales más comprometidos, implicados e ilusionados (y que más ilusionan) con un proyecto, los mejores candidatos para quemarse. El fuerte compromiso con el trabajo (que en algunos casos puede sustituirse por dependencia al trabajo) puede hacer que un empleado esté cautivo de su propio trabajo (Porter, 1996).
Una tipología que se viene usando recientemente para diferenciar entre los que se queman, discrimina entre los frenéticos, los desmotivados (por falta de desafíos) y los gastados o rendidos (Farber, 1990). En el contexto español, dos profesores de la Universidad de Zaragoza, Jesús Montero-Marín y Javier García-Campayo, han publicado recientemente una interesante investigación para comprobar si esta tipología se podría aplicar en una muestra española. Tras realizar un análisis factorial exploratorio de un cuestionario que medía los tres rasgos descritos, concluyeron que sí se replicaba la tipología, señalando además una serie de rasgos identificadores.
Tal y como describen en su artículo (Montero y García, 2010) el tipo frenético se refiere a individuos muy comprometidos que se caracterizan por invertir una gran cantidad de tiempo y esfuerzo en su dedicación profesional. Otros rasgos de estos individuos frenéticos son la grandiosidad, en el sentido de ambición y necesidad de logro, y la sobrecarga, el sentimiento de estar abrumado debido a descuidar las propias necesidades personales (salud, familiares, etc...).
El tipo desmotivado se refiere a individuos que no se interesan por su trabajo, que realizan las tareas de manera superficial al no suponerles ningún desafío o deseo de estar más implicados. Los rasgos principales son el desinterés, el aburrimientoante un trabajo percibido como rutinario, la falta de un sentido de desarrollo y lainsatisfacción de que no se les reconozca ningún talento. Inquietantemente, los autores citan una investigación que concluía que percibir como muy improbable la posibilidad de desarrollarse o realizarse en el trabajo, predice quemarse en unos tres años (Borritz, Bültmann , Ruqulies, Christensen, Villadsen y Kristensen, 2005)
El subtipo gastado/rendido, describe a aquellas personas cuyo nivel de implicación en su trabajo conduce a que ignoren cualquier responsabilidad vinculada a sus puestos, hasta el punto de que podrían rendirse ante cualquier dificultad, falta de reconocimiento o incluso la desesperación debida a su percepción de pérdida de control sobre los resultados de sus acciones en el trabajo.
Los autores concluyen que este síndrome evoluciona de más a menos, empezando por el entusiasmo y terminando en la apatía: "el síndrome de estar quemado empieza a desarrollarse en un momento de excesiva implicación y compromiso, típico del perfil frenético. Dado que no es fácil mantener este nivel de actividad sin agotarse o verse afectado, los trabajadores empiezan a adoptar una cierta distancia para protegerse a sí mismos, comportándose con indiferencia y cinismo (...) este distanciamiento produce el tipo de frustración y estrés sufrido por el perfil desmotivado. El distanciamiento además erosiona la percepción de eficacia llevando a la larga al desarrollo de estrategias de afrontamiento pasivas, tales como descuidar responsabilidades y expresando sus emociones, tal y como es típico en el pefil gastado" (Montero y García, 2010, p. 9).
Bueno, estoy seguro que el caso del profesor Calvo es mucho más complejo que una tipología como la que acabo de presentar. Aunque desde luego, de elegir cuál de las tres se adaptaría mejor al caso, me decantaría por la de frenético.
Ante esto no puedo dejar de pensar en la cantidad de personas que conozco, trabajando en la universidad, que podría colocar en esta categoría, empezando por mí mismo. Y da que pensar, ¿no?
Imagino que una de las claves estará en distanciarse sin generar esos sentimientos de indiferencia y cinismo. Se me ocurren muchas maneras de distanciarme, sin necesidad de generar despersonalizarme. Y justamente este año, durante la asignatura de HHSS, hemos trabajado unas cuantas a la hora de trabajar conflictos (interpersonales pero también intrapersonales). Por ejemplo tener en cuenta las posiciones perceptivas (y su más reciente remodelado) puede generar muchos más recursos y posibilidades. Desde luego saber descansar, priorizar actividades, rechazar propuestas, delegar, buscar apoyos, seleccionar con qué comprometerse y por qué, también ayudan, aunque no son fáciles de aplicar.
Creo que esta noticia me ha llamado la atención porque me he visto reflejado este profesor, ¿si no por qué diablos estoy un domingo por la tarde escribiendo sobre esto? Aunque no lo parezca, es un tiempo que estoy aprovechando para elaborar esto y tomar cierta perspectiva sobre mi mismo, sólo que elijo también compartirlo.
Creo que una limitación importante de muchos estudios sobre esto de quemarse en el trabajo (o donde sea) está en que lo estudian estáticamente. A mí me interesaría estudiarlo más desde una perspectiva longitudinal, ver cómo evoluciona en el tiempo, porque dudo que su desarrollo sea tan lineal como el planteado por los profesores Montero y García. Verlo en proceso podría captar más sutilezas que se pierden en la estructura definida por una tipología (por sugerente que sea).
Si alguien quiere captar lo complejo que pueden ser estos temas, le animo que lea el artículo de Andrew Sparkes, "Embodiment, academics and the audit culture: a story seeking consideration" publicado en 2007". El protagonista del relato ficticio narrado en el artículo, no se suicida, afortunadamente, pero desde luego sí es presa de la desesperación de un sistema universitario que lo agota con sus excesivas y arbitrarias demandas. Es un artículo, trabajado desde una metodología cualitativa, que aún me sigue inquietando y fascinando cada vez que lo releo. Una cita usada por Sparkes (2007) que me gusta especialmente, que usé también en mi proyecto docente, es la siguiente (Pellias, 2004, pp. 10-11, en Sparkes, 2007, pp. 521-522) l:
“Ellos (los profesores universitarios) estaban enseñando a estudiantes más pendientes de las notas que de aprender. Trabajaban para administradores que parecían más interesados en obtener ganancias económicas que en la calidad educativa. Asistían a reuniones interminables que parecía que no importaban para nada, escribiendo informes sin sentido que parecían desaparecer en la burocracia, sin tener apenas efecto. La productividad era el lema fundamental, así que publicaban un artículo tras otro que nadie parecía leer, particularmente aquellos a los que iban dirigidos las investigaciones (…) Investigaban temas que les hacían promover y estabilizarse, pero que les alejaban de quienes ellos eran. Se sentían vacíos, desesperanzados y desilusionados. Se sentían vacíos espiritualmente y éticamente arruinados. Entonces algunos académicos empezaron a reconocer que el emperador y, por lo que cuenta, ellos mismos estaban desnudos. Empezaron a cuestionar por qué la vida universitaria tenía que ser así, por qué tenían que ser apartados de su trabajo, por qué sólo ciertos tipos de discursos contaban como conocimiento, por qué no se sentían más conectados con lo que estudiaban, por qué sus mentes eran separadas de sus cuerpos, por qué tenían que mantener sus emociones controladas, por qué no podían expresarse de corazón”.
¿Qué de todo esto vivió el profesor Calvo? ¿qué de todo esto vivimos también los demás, profesores y alumnos? Algo que creo que es importante es que creo que prefiero estar a veces triste, cansado, desilusionado, que quemado (da igual que frenético, desmotivado o agotado, sobre todo si prevalece ese distanciamiento cínico ante la realidad). A fin y al cabo, las emociones son útiles para obtener información sobre cómo vivimos. Lo peor es cuando ni siquiera sentimos. Y eso que lo digo ahora, que me siento con muchas ganas por seguir con este tramo final del curso, largo y complicado.
Vuelvo a leer el título del artículo "nadie entiende la muerte de Calvo" y puede que ahí resida la clave: esa necesidad de entender. Creo que me hubiera gustado conversar con él, morirse no es una solución a nada. Al fin y al cabo, es una opción que ya va a llegar por sí sola, sin que tengamos necesariamente que facilitarla.
Bueno, desde aquí le envío un abrazo.
Un saludo
Alejandro
Referencias
Borritz M, Bultmann U, Ruqulies R, Christensen KB, Villadsen E, Kristensen TS: Psychosocial work characteristics as predictors for burnout: findings from 3-year follow up of the PUMA Study. J Occupat Environm Med 2005, 47:1015-25.
Farber BA (1991) Symptoms and Types: and Underchallenged Teachers. In Crisis in Education. Stress and Burnout in the American Teacher Edited by: Barry A Farber. San Francisco: Jossey-Bass Publishers; 1991:72-97.
Maslach, C. (1993). Burnout: A multidimensional perspective. En W. B. Schaufeli, C. Maslach, y T. Marek (Eds.), Professional burnout (pp. 19-32). Washington, DC: Taylor and Francis.
Maslach, C., Schaufeli, W. B. y Leiter, M. P. (2001). Burnout. Annual Review of Psychology 52, 397-422.
Montero-Marin and Garcia-Campayo, (2010) A newer and broader definition of burnout: Validation of the "Burnout Clinical Subtype Questionnaire (BCSQ-36)" BMC Public Health, 10:302
Porter G: Organizational impact of workaholism (1996) Suggestions for researching the negative outcomes of excessive work. J Occup Health Psychology, 1:70-84.
Salanova y Llorens (2008) Estado actual y retos futuros en el estudio del Burnout. Papeles del Psicólogo, 2008. Vol. 29(1): 59-67
Sparkes, A. (2007). Embodiment, academics, and the audit culture: a story seeking consideration. Qualitative Research, 7, 521–550.
2 comentarios
Leonor -
Anónimo -
Leí algo así por primera vez en este blog( abajo) era de otro profesor un tal Rigoberto Ruelas en los Angeles :
http://notasdeopinion.blogia.com/2011/011601-el-suicidio-de-un-profesor-poco-eficaz-.php
Quise contestarle y no lo hice por mi rebeldía consciente a los blogs que no vinculan, en este caso los blogia. Más elaboré mis pensamientos
No sé ,el exceso de compromiso, pues diría que sí existe tal riesgo , pero el mismo que en el otro extremo la carencia de compromiso. Para mi es vital saber gestionar la frustración, la ansiedad, el estrés etc. en la función del docente, algo que evidente no aprendemos en la carrera, y ya nos dimos cuenta en 1º de M. Musical en mi caso
Ahora en estas fechas, finales de curso, esta falta de aprendizaje se hace aún más patente. Por eso la idea de hacer sonreír a través de fotos ;), hay que seguir jugando y buscando estrategias para el humor
Me pregunto si este profesor había dejado de sonreír ¿ ? Me pregunto si nadie se había dado cuenta de ello ¿? Y el colmo ,si nadie hizo nada para que no se cronificara en su rostro una mueca en lugar de una sonrisa. Este último detalle lo he vivido en mis prácticas con alumnos de Compensatoria. Se actúa más echándoles una charla con muy buena fe porque no se esfuerzan en las tareas; que en provocar esa sonrisa o demostrarles sinceramente cuanto nos importa verlos felices.
En mi opinión lo que existe es un riesgo de exceso de identificación con el personaje de docente, más que con el propio compromiso ( lo de distanciarse ,pero también desapegarse...)
Bueno no quiero enrollarme ... para acabar tampoco estoy de acuerdo con Montero y García, pienso que hay muchos burnout sin compromiso ninguno ;es más igual algún compromiso les sacaba de este estado más claro está es una visión de una alumna y aunque no le pega mucho la opinión a este post es lo que pienso.
Toma por si quieres seguir eficazmente comprometido en encontrar causas y desde luego lo hago extrapolable a el suicidio de un alumn@
http://freudenelparquemexico.blogspot.com/2011/04/el-suicidio-de-un-profesor.html
http://nube-de-verano.lacoctelera.net/post/2011/03/05/duelo-nacional-del-magisterio-profesor-se-suicida-patio-del